Andrea Escobar Hoyos es la directora ejecutiva de una organización que desde la alimentación consciente promueve el cambio, la sostenibilidad y crea impacto en lo educativo
Cuando se piensa en una educación integral, la nutrición forma parte de una estrategia de desarrollo, bienestar que siempre potencia el aprendizaje. Así es que la Fundación colombiana SoyDoy trabaja para inculcar la importancia de poner el foco en el empoderamiento a través de la nutrición.
Priorizando grupos sociales vulnerables como mujeres, niños y niñas, jóvenes e indígenas; la Fundación SoyDoy se destaca por trabajar con un modelo de “nutriempoderamiento” que “contribuye a desencadenar hábitos afines con las prioridades de los sistemas alimentarios, tanto en términos de salud y nutrición (seguridad alimentaria nutricional) como de coherencia con la situación económica global y con el cambio climático.”
En el marco de la feria Edutechnia en la que participó la solución integral educativa Ticmas, Patricio Zunini conversó con la emprendedora social Andrea Escobar Hoyos quien compartió su pasión por ser una verdadera agente de cambio.
Entender para impactar
¿Por qué es clave entender la importancia de la nutrición? “Los seres humanos tenemos ese reto entre lo que pensamos que queremos hacer y lo que hacemos.
Y la nutrición creo que es de los primeros temas en donde hay mucha incoherencia entre lo que pensamos que queremos hacer y lo que hacemos”, reflexionó Escobar Hoyos.
Y agregó: “Por eso hemos encontrado que es tan útil y tan valioso trabajar con los colegios públicos, privados, urbanos, rurales, porque nos da la oportunidad de llevar desde muy pequeños la experiencia de estar cerca del alimento en una huerta, de ver cómo crecen los alimentos, de dónde salen, porque hay niños que ni siquiera se enteran realmente de dónde viene el tomate. De estar cerca de los animales en algunas ocasiones y de poder aprender de manera activa por qué es importante lo que yo ingiero, por qué es importante incluir colores, que tienen que ver esos colores con mi salud, a hacerlo de una manera de juego.”
Desde la Fundación SoyDoy destacan que trabajan con una mirada holística con respecto a la nutrición en vínculo con el mundo de las finanzas, la salud mental, emocional y física y con la posibilidad de producir y disfrutar de los alimentos que muchas familias en Colombia a veces producen en zonas rurales, pero no los consumen.
Romper con los mitos para vivir la experiencia
“Culturalmente, no importa si es en Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, Colombia, nos enseñaron que el alimento es castigo, premio. Si haces esto, puedes hacer esto otro. Si te comes esto, te doy el dulce de leche. Si no te comes esto, pues no puedes comer un dulce de leche”, planteó la especialista en nutrición a la hora de pensar en una constante que suele observarse- en especial con los niños más pequeños- en cuanto a la alimentación.
Y reflexionó: “Entonces aprendimos que la caricia era el dulce de leche y no la lechuga, pero es lo mismo. Y afortunadamente yo ya hoy conozco niños para quienes la caricia son las verduras, porque lo disfrutan más que el dulce. No te reciben el dulce, te reciben la zanahoria, porque les enseñaron desde muy pequeños que eso era lo divertido. El color, las formas, sacarlo de allí, cómo tocarlo, pelarlo”.
Para la Fundación SoyDoy la importancia está en lograr que cada vez más personas vivan y disfruten estar cerca del alimento, ya que esta experiencia- en especial cuando se comparte en comunidad- genera un empoderamiento único.
Educar en alimentación
Cuanto más pequeños empiezan a ser conscientes de su nutrición, la transformación es más activa. “Aquí el reto es que las instituciones educativas estén abiertas a entenderlo, porque quienes están a cargo de esa educación son adultos, y a los adultos nos cuesta más el cambio”, indicó Escobar Hoyos.
Y agregó que además de trabajar con los docentes, también es clave acercarse a las familias para abrir nuevos espacios de reflexión y crear una verdadera política pública en Colombia que invite a educar sobre la importancia de la alimentación y su impacto en la salud de la población.
“Lo primero que hacemos nosotros es llegar al adulto, al director de la organización social, a las directivas de los colegios, a los docentes, a los padres, porque los niños no deciden por sí solos, por lo menos antes de cierta edad, y después tienen muy malas decisiones porque se basan esas decisiones que vieron en su casa, que se tomaron”, resaltó la co-fundadora de la Fundación.
La culpa y las decisiones
“En Colombia se ha trabajado, y por lo menos acá en Bogotá, mucho en que en los colegios privados no haya tanta disponibilidad de alimentos ultra procesados. Los padres de familia han trabajado para que esos colegios no los tengan. En los colegios públicos, si tienen una tienda, aquí les decimos tienda, o un lugar donde venden alimentos, seguro que va a haber ultra procesados súper disponibles”, explicó Escobar Hoyos que destacó cómo a lo largo de la vida entre el premio y el castigo también se crean sentimientos de culpa respecto de lo que comemos y cómo lo ingerimos.
E insistió: “Nosotros, como seres humanos, adultos, jóvenes, adultos mayores, niños, tenemos esa brecha entre lo que deseamos que pase y lo que hacemos para que pase. Y tiene todo que ver con cómo me percibo como persona, cómo me auto-percibo, cómo me auto-califico, cómo me veo en el espejo, cómo me veo como ser humano por dentro, qué tanto creo que merezco, qué tanto invierto en mí. Tiene todo que ver”.
Ciencia e información para la salud
“Químicamente los alimentos son información. Y bioquímicamente, pues nuestro cuerpo reacciona a esa información. Y si la información que le estamos dando es equivocada, la reacción no es la más positiva”, subrayó Escobar Hoyos.
Y planteó: “Está súper demostrado que la ingesta, digamos, excesiva de azúcar, de ciertos químicos que vienen en algunos comestibles, está generando el crecimiento en niveles de ansiedad, depresión, pero sobre todo ansiedad en las personas. Especialmente en los jóvenes y en los adolescentes. Porque son edades en donde el consumo de estos alimentos aumenta muchísimo”.
“El cambio de alimentación viene de los chicos hacia los padres, cuando llegás a un colegio sentís que puede un chico cambiar la alimentación de su casa”, insistió la especialista para marcar cómo los más pequeños y jóvenes pueden ser verdaderos agentes de cambio si están bien informados.
Y reflexionó que si hay voluntad y constancia los cambios se evidencian con mayor rapidez, pero: “Mientras el sistema educativo no te abra la puerta para que tú [como organización] metas esa información dentro del currículum y sea obligatorio- y si depende de un externo como nosotros, que no somos el colegio, no somos la Secretaría de Educación, no somos el Ministerio, no tenemos recursos para llegar a todas partes- pues se va a demorar un montón. Porque no tenemos el recurso para estar ahí todo el tiempo recordándolo”.
Se trata de recordar día a día que somos lo que comemos. Educarse al respecto, puede hacer una verdadera diferencia en un aprendizaje a lo largo de la vida.