Estados Unidos no avanza con nuevas sanciones a China mientras evalúa más medidas contra Rusia

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La Casa Blanca evita un choque frontal con Beijing en plena guerra en Ucrania, mientras Francia y Alemania exigen medidas más duras contra quienes sostienen la economía del Kremlin

Estados Unidos ha decidido no avanzar, por el momento, con sanciones secundarias contra China pese a que Beijing se ha consolidado como uno de los principales compradores de petróleo ruso desde el inicio de la invasión de Ucrania. La medida responde a un cálculo más amplio: la Casa Blanca busca mantener abiertas las negociaciones comerciales con el gigante asiático, incluso mientras evalúa nuevas formas de presión sobre Moscú.

“El presidente Trump no ha aplicado aranceles a China porque esas negociaciones están en curso. Y la guerra en Ucrania es, sin duda, parte de esa discusión”, afirmó Matthew Whitaker, embajador estadounidense ante la OTAN, en una entrevista con Bloomberg durante el foro estratégico de Bled, en Eslovenia.

India, en cambio, sí ha sentido el peso de las sanciones. Trump impuso aranceles a Nueva Delhi por la compra de crudo ruso, una decisión que, según Whitaker, “ha cambiado su cálculo” energético, aunque “probablemente no fomentará una relación comercial más cercana con India”.

El contraste con China es notorio. Desde 2022, Beijing se ha convertido en el comprador central de petróleo ruso, con más de dos millones de barriles diarios en promedio, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía. Esos flujos garantizan a Moscú ingresos estratégicos en momentos en que la Unión Europea mantiene un embargo sobre el crudo ruso.

Aun así, Trump decidió prolongar una tregua arancelaria de 90 días con China. El gesto alivió momentáneamente a los mercados internacionales: el petróleo subió y las empresas estadounidenses con fuerte exposición al mercado chino celebraron la pausa. Sin embargo, los aranceles recíprocos siguen vigentes y en algunos sectores superan el 50 %.

FOTO DE ARCHIVO. El presidenteFOTO DE ARCHIVO. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladímir Putin, se dan la mano durante una rueda de prensa tras su reunión para negociar el fin de la guerra en Ucrania, en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage, Alaska, Estados Unidos. 15 de agosto de 2025. REUTERS/Kevin Lamarque

La paradoja es clara. El presidente promete una salida rápida al conflicto en Ucrania, pero su negativa a imponer sanciones secundarias contra China mantiene abierto el canal de financiamiento más poderoso de Putin.

Europa ya no oculta su frustración. Francia y Alemania reclaman una línea dura contra los países que sostienen al Kremlin y han instado a Washington a endurecer su postura. El presidente Emmanuel Macron ha señalado su intención de acoger en septiembre reuniones de alto nivel con el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, y otros aliados europeos, con el objetivo de coordinar posiciones y enviar un mensaje de unidad frente a Moscú.

Whitaker reconoció que los aranceles contra China podrían ser efectivos, pero recordó los costos de la última guerra comercial: “No niego que serían efectivos”, dijo, aludiendo a las tarifas que en su momento alcanzaron el 145 % en ambos sentidos. “Pero esa no es la manera de resolver la situación, ni en el comercio con China ni en la guerra de Rusia contra Ucrania”, advirtió.

El trasfondo no favorece al optimismo. En agosto, tras una cumbre en Alaska, Trump proclamó avances con Putin, pero los gestos se deshicieron rápidamente. Funcionarios rusos rechazaron comprometerse con garantías de seguridad para Ucrania y evitaron concertar un encuentro directo con Zelensky. La promesa de un acuerdo rápido quedó, una vez más, en suspenso.

El dilema para Washington es doble: proteger sus intereses comerciales con China y al mismo tiempo mantener la presión sobre Moscú. Al retener la herramienta de las sanciones secundarias, la Casa Blanca corre el riesgo de enviar señales contradictorias. Para Rusia, significa que los flujos de divisas seguirán garantizados por las compras chinas. Para China, refuerza la idea de que puede desafiar a Occidente sin asumir un costo inmediato.

Con el plazo autoimpuesto por Trump a punto de expirar y sin avances tangibles hacia la paz, la estrategia estadounidense amenaza con debilitar su capacidad de presión frente a Putin. Y deja a Europa, cada vez más impaciente, la responsabilidad de mantener viva la exigencia de sanciones más duras contra quienes sostienen la economía de guerra rusa.

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